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Cosas que pasan

Entre camellos y palmeras

No era suficiente con nuestra incomparecencia habitual en el foro que encima nos vamos de viaje internacional.

Liándonos la manta a la cabeza nos hemos ido al norte de África, concretamente a la ciudad marroquí de Marrakech, y hemos pasado unos días de reposo que buena falta nos hacían. El ambiente, la gente, los zocos, las calles, la atmósfera en general...todo contribuyó a hacer de nuestro viaje una aventura que sin duda nos ha animado a repetir en años sucesivos y dentro de lo posible los periplos por el extranjero. Espero que así sea y que ustedes lo vean.

Espero ponerme con el artículo prometido en los próximos días, así como con los demás post pendientes y darle más vidilla a esto. Vamos lo de siempre, ya saben. Un afectuoso saludo y gracias por venir.

Una verdad devastadoramente brutal

Estos señores me hicieron disfrutar el pasado miércoles como un niño pequeño. El mejor concierto de música extrema al que he tenido la suerte de asistir hasta ahora.

 

 

Cuando tocaron este tema casi me cago de gusto. Mi canción favorita de su segundo álbum, Need To Control, y a la sazón la que me descubrió al grupo. Alguien me mandó un deuvedé con discos en mp3 de metal progresivo del palo Dream Theater en el que venía este videoclip. "No me gusta el metal extremo pero este video me fascina", me comentaba el remitente. El único trade por correo que recuerdo haber hecho (y yo ni siquiera le mandé nada a aquel señor, lo confieso) dio sus frutos. Gracias Sharpe, Hoak, Lilker (leyenda viva del metal por cierto) y Burke. Tenéis unos cojonazos.

Si quieren más cositas de esta gente aparte de Brutal Truth, échenle un vistazo a Total Fucking Destruction, Venomous Concept y al ya disuelto grupo estadounidense Lethargy (solo tienen un larga duración, lo suficiente para no cansarse), banda en la que militaron también componentes de Mastodon. Canela.

Hard rock en concierto si Dios quiere

Queda medio año. Pero ya tenemos la entrada para la parada en Madrid de la gira de 25 aniversario de estos señores:

Uno de los grupos más representativos del hard rock de los ochenta, conocidos sobre todo por la temática cristiana de sus letras, y por la sublime voz de Michael Sweet.

Stryper no son, ni de lejos, los únicos metaleros que rezaban a Dios con su música, si bien quizá los más conocidos. Otros siervos del Señor usaban sus guitarras para predicar la palabra de Cristo. Unos cuantos, incluso, se atrevieron con el metal extremo. Y no lo hacían nada mal:

 

 

Madrid, Madrid, Madrid

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¡Ya hemos vuelto! Bueno miento, llegamos el domingo por la tarde, pero entre subir las fotos del viaje y superar un dolor de espalda que me tenía sin ganas de escribir aquí me tenéis delante de la pantalla dispuesto a contaros cómo nos fue en Madrid.

 

Poco más de las 8 de la mañana marcaba el reloj del autobús cuando salíamos de la estación el pasado lunes en dirección a la ciudad del Manzanares. El largo trayecto de algo más de 6 horas nos valió para darnos cuenta de algunas cosas: con los años me mareo más en los viajes; de Despeñaperros para abajo hay más puticlubs de carretera que en la parte norte de la Península; el conductor del bus tiene derecho a ponerte una película desconocida y sin sonido poco antes de llegar al destino y mear en el váter del autocar supone que salpique fuera incluso quien orine sentado.

 

 

                             

 

 

Nada más bajar, coger nuestro equipaje y encaminarnos hacia la boca de metro más próxima me encontré a un chaval que estaba conmigo en el colegio, por lo que la teoría de Cristina de que conozco a todo el mundo y de que todo el mundo estuvo en los Salesianos (el colegio en el que pasé 12 años de mi vida, y del que tengo que referiros alguna peripecia un día de estos) se tornó verdadera una vez más. Hechos los saludos de rigor nos montamos rapidamente en el vagón, con ganas ya de llegar al hotel e instalarnos.

 

Una vez en el hotel, sito en una calle perpendicular a la Gran Vía por cierto, entramos en nuestra habitación, que aunque pequeña nos satisfizo; al fin y al cabo, en ella íbamos a dormir y poco más. Aquello parecía una casa antigua rehabilitada como hostal, hogar que supusimos debió ser acojonantemente enorme cuando contamos las habitaciones que había. Nos resultó curioso que la ducha y el wc se encontraban en una estancia cerrada con aluminio y cristal dentro de la misma habitación, y el lavabo se quedase fuera al lado de la puerta. Toda una experiencia lavarse los dientes sentado en la cama.

 

 

                                                                                 

 

 

El descansito de rigor y nos fuimos a dar un garbeo vespertino por Madrid, en el que no faltó la inevitable visita a la señá Cibeles (teníamos una coña gilipollesca con el acento cañí bastante marinera), la fotico al Neptuno y el vislumbre de la Puerta de Alcalá a lo lejos. Igual de inevitable fue constatar que las calles colindantes a la del hostal estaban llenas de mujeres de vida alegre y gente a la que gustan de entrevistar en Callejeros; supimos al instante que cuando salieramos de noche el taxista que nos llevase a nuestra morada debía subir con nosotros y meternos en la cama.

 

 

                              

 

 

Si algo nos sorprendió a lo largo del paseo fue que la peña de la capital va a su puta bola, algo que se hizo del todo patente en los sucesivos días que pasamos allí. Si bien dicen de Sevilla que somos la cuarta ciudad de España, particularmente y en muchas ocasiones más que una ciudad cosmopolita y conspicua parecemos un pueblo grande. Eso se nota sobre todo en situaciones como llegar a un sitio, usar el transporte público... momentos en los que al menos según mi experiencia siempre hay alguien que se gira y te lanza una mirada. Sin embargo la semana pasada estuvimos en una ciudad en la que podrías salir con la pinga fuera y una bota de agua en cada oreja y la gente ni se daría cuenta de que pasas a su lado. Eso bajo mi punto de vista puede ser una ventaja, pero para alguien como nosotros, criados en barrios digamos obreros en los que todos se conocen, vas por la calle saludando y quien más quien menos de tus vecinos te ha visto casi salir del chumino de tu madre nos parece un poco frío. Uno que es de provincias. Llendo de camino a una tienda de discos de la que me habían hablado nos encontramos con mi profesor de Filosofía de bachillerato en el colegio; huelga decir que Cristina me recordó otra vez su famosa teoría expuesta anteriormente. Qué le vamos a hacer, uno tiene un savoire-faire y una cosa...

 

El martes fue el día dedicado a El Prado. La jornada empezó de puta madre: con el carnet de la facultad pudimos entrar gratis no solo a la exposición permamente sino a una particular titulada El Retrato del Renacimiento, que estuvo bastante interesante. Tras las compras en la sempiterna tienda de souvenirs pasamos a lo que es el museo en sí. La ampliación del sitio por cierto, y haciendo también mía la opinión de un profesor de Cris (no olvidemos que mi señora esposa estudia Historia del Arte; es una mujer preparada), es un poco de cachondeo porque consiste básicamente en la tienda de marras, una cafetería en la que supusimos que tomarse un Nescafé no iba a ser algo precisamente barato (y sobre todo bajo nuestro criterio, en el que un euro con cincuenta céntimos por una lata de refresco nos resulta merecedor de una visita a FACUA) y creo recordar que un par de salas. Salas del Prado de las que hay que decir que quedan muy bonitas en el dibujo del folleto que te dan a la entrada, pero que a la hora de pateárselas hasta al mismísimo Teseo le hubieran dado ganas de echar la pota. Disfrutamos de lo lindo de la visita of course, pero acabamos hasta los mismísimos pendientes reales.

 

 

Comimos y seguimos andando por la tarde, que acabo un pelín regulera más que nada por mi parte debido a lo siguiente: si algún día decidís poneros gordos, cuando vayáis a estar mucho tiempo caminando y la ropa interior se os meta en la ingle, es conveniente que os hagáis con una crema para apagar las llamas del Infierno que se desatarán en vuestra entrepierna. Yo no tuve esa precaución (o más bien la tuve hasta el capítulo de comprarme el linimento, pero pasé de aplicarme la pomada por aquello de... de que soy carajote, no hay más), y como el chacra de mis cojones se conecta a cualquier foco de dolor de mi cuerpo por mínimo que éste sea inflándose hasta la extenuación me pasé todo el rato resoplando y dando por el culo; hasta yo tengo mis momentos. Gracias a Zappa Cristina estaba a mi lado y con su comprensión y aguante habituales me consoló y arrulló. Evidentemente antes de acostarme me pringué la parte interior de los muslos con más crema de la que jamás haya sentido en la piel.

 

Tempranito nos fuimos al día siguiente a El Escorial mediante un tren de cercanías, que en poco más de una horita nos dejó en el pueblo. Sitio tranquilo y curioso aquel, en el que abundaban las personas mayores y las casas de dinero. En cuanto al monasterio (en el que volvimos a entrar por la carita porque era día gratis)... la verdad es que no jugaría al Twister con Felipe II, aparte de porque tenía gota porque vista la austeridad de los Austrias y en especial del monarca español, tenía que ser un caballero pelín aburrido. Esperábamos tronos majestuosos, oro por todas partes y terciopelo a cascoporro y lo que nos encontramos fueron retratos de gente de su familia en todas las paredes y alguna que otra silla con el cojín hecho mierda. Eso sí, no se puede negar que el muchacho tenía inquietud cultural, o desde luego eso quería transmitir porque tenía una biblioteca montada allí de la que no se puede decir que sea fea. A destacar un ejemplar de las Cántigas de Santa María de Alfonso X el Sabio.

 

 

                                       

 

Vimos a los infantes enterrados e impone cosa mala. Un guía que había por allí y que hablaba como el tipo aquel de Men In Black al que le disparas en la cabeza y le vuelve a crecer, mientras explicaba una tumba de no recuerdo quién y que tenía una figura en mármol de su inquilino encima nos animó a que nos aproximáramos a ella con un acérquense, que no se va a levantar. Las risas fueron nerviosas, porque allí igual no muchos conocíamos a George Romero pero todos sabían de lo zombie. Al llegar donde están sepultados los infantes menores de 4 años no se me ocurrió otra cosa que soltar coño, una tarta de bodas. No se me puede sacar a ningún lado. Después de la fría e inquietante visita a la cripta, una visual a los alrededores y para casa.

 

Otro tren el jueves a primera hora y llegábamos a Aranjuez a visitar...exacto, el Palacio que hay allí. Después de ver también el Palacio Real de Madrid y tras visitar éste, mi novia me preguntó si mantenía mi máxima de el rey Juan Carlos es muy campechano, sentencia de la que me he adueñado de un tiempo a esta parte y que repito con vehemencia. Pues sí, caray; es una tontería que me gusta meterla en según qué ratos. En fin, que aquello fue otra cosa. Rebaja de rigor en el precio de la entrada con la bendita tarjeta universitaria (mis hijos van a ir a la facultad solo por entrar de gañote a los sitios), precio que estuvo del mamazo para lo que vimos. Aquello fue otra cosa: lujo por todos lados, habitaciones fastuosas...Isabel II tenía un gusto refinado la colega. Además de las estancias privadas de los reyes, incluyendo como no el váter de la hija de Fernando VII y de su marío pudimos ver una colección de trajes y enseres de Alfonso XII, carruajes, juguetes, el traje de boda de las infantas, de la reina Sofía y de la Letizia (por un momento me sentí Cantizano, y...¡me sentí bien!) y un museo de las faluas de la realeza, unas barcas para pasear por el Tajo que para mí las quisiera. De vuelta al centro neurálgico de nuestra aventura nos pegamos un vueltazo por Fnac y El Corte Inglés, que aunque en Sevilla están los dos siempre es bello decir que estuve en el de Madrid. Ya de noche nos fuimos para Chueca y nos maravillamos con el ambientazo que había por sus calles, además de meternos entre pecho y espalda una bella cena.

 

 

                              

 

El penúltimo día madrugamos menos y nos largamos de tiendas. Entre vinilos y camisetas sacamos tiempo para comprar souvenires para la familia y toda la pesca. Por la tarde acicalamiento especial pues por la noche habíamos quedado con un colega llamado Carlos que cumplía añitos. En principio queríamos ir a la Excalibur pero al final y como teníamos que irnos más bien pronto pues teníamos que levantarnos muy temprano para coger el bus y demás fuimos con mi amigo solo hasta su primera parada de la noche, el pub El Refugio. Nos encantó el sitio, rock clásico de los 70 y algo de los 80: mucho Coverdale en todas sus facetas, Purple, AcDc, Elvis, Rollings...videos, decoración excelente y el sonido brutal; la primera vez en mi vida que escucho la música con suficiente claridad como para saborearla y con el volumen lo justo para hablar sin tener que alzar mucho la voz. Seguro que volvemos la próxima vez.

 

El sábado otras seis horitas de carretera y de nuevo en nuestra tierra. Cris se fue de nuevo el domingo para Asturias con su familia, y por lo que me ha contado hasta ahora les está yendo del carajo. A mí se me acabó el chollo y vuelvo a trabajar de nuevo, pero eso no quiere decir que no vaya a seguir por aquí y como ya os dije, con novedades jugosas. Ya os daré la tabarra.

 

 

Un encuentro sevillano

El jueves pasado Cris y yo caminábamos por la ciudad en lo que dimos en denominar una tarde-noche muy sevillana: primero una cervecita en Triana y luego un paseo hasta la Macarena para cenar pescaíto frito al lado de la muralla. Porque nosotros también somos un poco chovinistas de vez en cuando y desde luego, sevillanos y amantes de serlo.

Sentado estaba con una croqueta en la boca cuando mi novia me llamó la atención sobre un hombre más bien mayorcete que se encontraba en la barra. Me fijaba en él pero no caía en quién era, si bien me sonaba la cara extrañamente (sobre esto no me puedo fiar mucho porque me suenan las caras de casi todo el mundo). Finalmente Cristina me desveló la identidad de aquel señor que con su cervecita fue a sentarse junto al grupo de personas con el que venía precisamente en la mesa de al lado de la nuestra: aquel tío era Ricardo Pachón.

Quizá no os suene el nombre de nada, pero cuando me fijé en él sentí hasta un escalofrío: Ricardo Pachón ha sido productor de Camarón, Pata Negra, Veneno, Smash, Lole y Manuel; produjo la serie documental sobre flamenco El Ángel, en la que participaron la gran mayoría de artistas que he mencionado antes además de otros muchos; ha dado conferencias y hecho ponencias en bienales flamencas y otros actos relacionados con el mundillo y en definitiva, fue un personaje importante, al menos bajo mi punto de vista, en lo que yo llamo la revolución del flamenco allá por los años setenta, de la que ya os hablamos aquí.

Creo que ya os contamos que por educación musical y proximidad a todos estos estilos desde muy tierna edad mi novia y yo hemos vivido muy cerca la realidad de todos esos grupos y artistas (Cris quizá los más próximos a la transgresión del flamenco y a la fusión con el rock y el progresivo, y yo personalmente y sobre todo gracias al gusto de uno de mis hermanos también pude disfrutar de flamenco más ortodoxo), por lo que tener a escasos centímetros al señor Pachón nos puso los pelos un poco de punta.

Comentando la jugada empezamos a hablar del género, y de la curiosa fusión de violines, rock y flamenco de El Garrotín de los Smash, presente en aquel disco compartido con  El Agujetas y Manolo Sanlúcar Vanguardia Y Pureza Del Flamenco, pasamos a charlar sobre el hippismo exacerbado de toda aquella peña que hace ya 30 años dieron la vuelta a un género y terminamos disertando sobre la mala vida de ciertos artistas y la repercusión que ha tenido eso en su trayectoria personal y profesional. Ya sea por que no se enteró o porque pasaba del tema Ricardo Pachón no nos miraba, aunque también puede ser que pensara que no es cosa de meterse en conversaciones ajenas aunque en cierto modo te atañan.

No me pude acercar a él porque no quería interrumpir su velada con sus acompañantes, pero me hubiera encantado decirle que me crié acompañado de entre otras muchas con piezas musicales en las que él había participado de un modo u otro, e igualmente habría sido estupendo charlar con él acompañado de Cristina aunque fueran cinco minutos sobre aquella época y esos otros tiempos, momentos que particularmente a mi novia y a mí nos fascinan.

Al final cada uno tomó su camino, Pachón y cía. se quedaron disfrutando de la cena y Cris y un servidor seguimos nuestra ruta en busca de un helado. Ya en la cama me quedé pensando en lo curioso de los encuentros y las personas: para nosotros ver tan de cerca a aquel hombre supuso una alegría, para otros seguramente no hubiera supuesto más que tener a su vera a un viejo con bigote.

Por cierto, estoy pensando en nuevo diseño para el blog y en dinamizar la cosa, subiendo más artículos y promocionándonos más. Estad atentos, al menos los dos o tres que seguís por aquí.

Rockeando en Emérita Augusta

Cansados pero satisfechos regresábamos ayer de Mérida, ciudad en la que se celebró el viernes el festival Via de la Plata. Un corto periplo (nos fuimos en la sobremesa del jueves y llegamos ayer sábado a la hora del almuerzo) que no por ello ha sido menos intenso.

 

La peregrinación daba comienzo con un viaje en tren de cuatro horas y pico, tiempo que se nos hizo bastante largo por cierto. Cabe señalar que la via por la que transcurríamos estaba bastante chunga y durante todo el trayecto nos acompañó un traqueteo que distaba bastante del movimiento normal de un ferrocarril. Si es habitual en mí tener ganas de ir al váter en cuanto pongo los pies lejos de mi hogar con tanto meneíto en el puto vagón ya os podéis imaginar qué fue lo primero que hice al llegar al hotel.

 

Tuvimos como acompañante la mayor parte de la aventura a nuestro colega Fran, Kiüs en el mundo bloguero, del que nos sentimos orgullosos padrinos en su estreno en esto de los festivales. Finalmente fue este señor el destinatario de aquella entrada que nos sobraba del famoso sorteo de la coña marinera. Su comportamiento antes, durante y tras los conciertos fue ejemplar, riéndose de nuestras gilipolleces y aguantando nuestras teorías particulares acerca de la calidad de los grupos.

 

 

 

Mientras Cris soltaba las maletas y se acicalaba convenientemente para dar un paseo romántico-festivo-cultural por la ciudad yo me fui con Kiüs hacia la zona de acampada, pues por desgracia cuando nos comunicó que se venía con nosotros de cachondeo todas las plazas hoteleras de la ciudad (y más tarde nos enteraríamos que incluso de algún que otro pueblo vecino) estaban más que ocupadas. Le preguntamos a la recepcionista dónde carajo estaba el Albergue Juvenil de marras y nos indicó una parada de autobús en la que podríamos pillar un idem que nos dejaría cerca del sitio, lugar que según la muchacha estaba un poco lejos.

 

Antes que nada debo decir que la habitación en la que pernoctamos mi novia y un servidor era sencilla pero coqueta, muy limpia y con cierto encanto. Tenia aire acondicionado y televisión, con la que nos poníamos de fondo ¿Dónde estás corazón? antes de dormir.

 

Como decia Fran y yo encaminanos nuestros pasos hacia la parada y al llegar entendimos por qué la chica de recepción se había referido a ella como la estación de autobuses, pues era una pequeña estructura con algunos asientos dentro, taquilla de información y demás en la que paraban todos los autobuses municipales de Mérida menos uno. Al preguntar por allí, nos indicaron que había un par o tres de buses que dejaban relativamente cerca del recinto del festival, pero que realmente estaba lejos. Todo ser humano al que le preguntábamos nos decía lo mismo, pero no nos dejábamos impresionar y pensábamos que las distancias son bastante relativas en ciudades más pequeñas que la nuestra. El conductor nos soltó en una parada en mitad de una urbanización, en la que volvimos a preguntar y de nuevo todos nos decían que nos iba a tocar andar tela. No llevaríamos ni cinco minutos andando cuando un coche pasó a nuestro lado y se ofreció a recogernos para dejarnos en el puto Albergue, al que había intuído que ibamos por aquello de nuestros ropajes oscuros (y porque el metal nos sale por los poros, para qué negarlo).

 

 

Sí, todos tenían razón: la mierda aquella estaba a tomar por el culo. Primero dejamos a Fran en la zona de acampada y más tarde el tío del coche (creo recordar que se llamaba Francisco) me dejó a mí cerca del hotel y se piró, prometiendo que nos tomaríamos unas birras si coincidiamos viendo a Maiden. Acertó cuando dijo que no pasaría.

 

Con la cámara de fotos cerca Cristina y yo dimos un paseo por el centro, vimos entre otras cosas el templo romano que veis abajo y acabamos la noche comiéndonos un par de pizzas bastante simpáticas. Cuando ya nos disponíamos a descansar para el largo día siguiente la aparición súbita de una cucaracha en la puerta de la habitación estuvo a punto de jodernos la noche. Finalmente tuvo que liquidarla el recepcionista del turno de noche, ya que nosotros (bueno, seamos justos: fue Cris, yo soy un maldito miedica) únicamente pudimos bajarla al suelo de un escobazo. La mala cara que se le puso al hombre cuando le dijimos lo que había en nuestro cuarto no se me olvida a mí en la vida.

 

 

Llegó el viernes y tras enfundirnos nuestras botas militares y la ropa de batalla nos encaminamos a una parada de bus en la que paraba uno que llevaba directamente a escasos metros del recinto del festival. Un poco antes quedamos con otros dos amigos más, Ana y César, que venían a su vez con otros dos acompañantes, Sergio y Sebastián. Hermanos del metal y todo eso que dirían Manowar.

 

 

Andamos un ratillo y entramos por fin. Había tres o cuatro barras para la bebida, una zona para la comida (zona en la que sólo nos atrevimos a comer patatas fritas, el único alimento que no había sido asaltado por las moscas. Y no lo estoy diciendo de broma) y una pequeña zona de venta de camisetas. Además del merchandising del festival se habían colocado allí camisetas de Slayer y de Maiden, sorprendiendo a todos los precios de éstas últimas, llegando a costar una camiseta de futbol del Maiden Team 100 euritos. Alguna vimos puesta y todo, no creáis. El escenario muy grande, factor que sobre todo los cabezas de cartel aprovecharon al máximo.

 

 

La primera banda en hacer acto de presencia fueron Ra, grupo danés que practica lo que a mí me sono a Bon Jovi con, y no sé por qué, lo que me parecieron retazos de Edguy. No sonaron mal pero personalmente creo que no aportan nada original al panorama metálico. Tras un descanso cortito salió a escena la hijísima, la señorita Lauren Harris. Y aquello se convirtió en un cachondeo.

 

No digo que nadie le prestara atención, pues ciertamente había un número interesante de personas viendo su bolo. Lo que ocurre es que esos oyentes suponían un porcentaje bajísimo de los asistentes al concierto en ese momento, y ni qué decir tiene que ínfimo en comparación con todos los fans que habían comprado su entrada (conforme pasaba el día fueron llegando más). La gente que no le echaba cuenta estaba comiendo, o bebiendo, o literalmente haciendo el tonto con su música. A cualquier lado que miraras había alguien haciendo el ganso y bailando de forma carajotesca. Nosotros no fuimos menos claro está; que señalemos la estulticia ajena no quiere decir que no la padezcamos nosotros mismos.

 

Bromas aparte, lo comentaba con mi novia más tarde: la hija de Harris es creo yo la mayor perjudicada al ser incluída en giras de este tipo, pues bajo mi punto de vista el público al que podría interesarle de algún modo su propuesta me temo que no era el que estaba congregado en el Via de la Plata. En otros eventos, del tipo Rock In Rio Madrid por ejemplo igual no hubiera desentonado tanto. Es mi opinión. Allí la gente olvidó su actuación rápidamente desde luego (nuestra colega Ana dijo que parecía Hanna Montana).

 

Con Rose Tattoo llegó el rock con un sonido muy cercano a AcDc; no en vano son compatriotas. Al final de su actuación el vocalista le pasó el micro a alguien de la primera fila que tenía la misma voz cazallezca que él, de echo el tío se descojonó cuando escuchó al fan. Diría que los Tattoo es uno de esos grupos a los que quizá no iría a ver expresamente pero a los que no me importa escuchar si tocan en un festival. Tras ellos el metal más moderno vino de la mano de Avenged Sevenfold, banda que no nos hizo demasiado tilín. A mi me dio la sensación de que no saben realmente qué están tocando, y de hard rock con tintes ochenteros pasan de repente a un sonido Helloween con la voz rasgada de su cantante dando caña. Había muchos chavales y sobre todo chicas jóvenes para ver a los Sevenfold pero al resto creo que no nos quitaron mucho el sueño.

 

 

Los siguientes en discordia Iced Earth, al frente de los que estuvo su frontman original Matt Barlow. El amigo Matt tuvo problemas puntuales con su garganta, sobre todo al principio del concierto, cosa que no impidió que se pegara algún agudo de esos que caen bien. Escuchando el estilo del grupo se da uno cuenta que le pegaba tela a Ripper Owens, ya que su estilo se asemeja bastante al de Barlow, pero le dieron la patada. Cosas de la vida.

 

Me puse nervioso esperando a Slayer, y finalmente me dejaron un pelín frío. Me gustaron, pero en ciertos momentos iban un poco a medio gas. Bajaron el tempo de los temas bastante y la comunicación con el público y sobre todo entre ellos es prácticamente nula. Todo esto no impidió mi erección instantánea cuando tocaron South Of Heaven, pero esperaba un poco más. Cansino que es uno.

 

Se notaba que se acercaba el momento de la actuación de La Doncella de Hierro, aquello estaba lleno a reventar. Nos sorprendió bastante la celeridad y la precisión con la que su numerosísimo staff de técnicos, pipas, seguridad... currelaban, un grupo de trabajadores sin los que sería imposible montar todo aquello.

 

Y todo aquello fue increíble: una recreación del espíritu y el montaje de aquel Live After Death con el que tantas pajas nos hemos hecho todos y todas alguna vez en nuestra vida de headbangers. Fuego, pirotecnia, sonido acojonante... cuando tocaron The Rime Of The Ancient Mariner, en la parte más lenta las luces bajaron y empezaron a mecerse como si fueran un barco; en los temas del Powerslave los focos se ponían en forma de pirámide; durante el tema Iron Maiden una cabeza de esfinge con la cara de Eddie se abrió al fondo y una momia Eddie, igualita a la del World Slavery Tour, salió tras Nicko McBrain; más tarde otro Eddie, esta vez el robótico idéntico al de la portada del Somewhere In Time luchaba con Janick Geers y su guitarra. El telón de fondo cambiaba en cada tema: un barco en la ya mencionada The Rime Of The Ancient Mariner, un decorado egipcio en los temas del Powerslave...incluso Dickinson se cambió de ropa un par de veces, pertrechándose en un momento dado con la máscara que Eddie lleva colgada en la portada del Live After Death; totalmente brutal. Un verdadero viaje a los años 80 y a las macro-producciones que por aquel entonces todos los grupos medianamente importantes de heavy metal hacían, y que a día de hoy solo unos pocos privilegiados pueden permitirse. Un verdadero y absoluto espectáculo, desde luego uno de los mejores y mayores que he presenciado en el tiempo que llevo metido en esto. Cristina, que ya había visto a Maiden otra vez más, salió satisfechísima pues en aquella ocasión no llevaban montaje alguno; flipó como todos allí flipamos.

 

 

La organización dejó para el final a Barón Rojo, pero mi novia y yo nos piramos a dormir. No nos perdimos mucho por aquello de haberlos visto ya un par de veces, así que no nos dolió tanto irnos (estábamos pelín cansados). Fran sí se quedó a verlos, luchando contra el cansancio.

 

Madrugón, a coger el tren y de vuelta a casa. Una grandísima experiencia creo que para todos, unos días de asueto que hay que olvidar un poquito (o mejor sería tenerlos bien presente para pasar el trago) y volver al trabajo, al menos el que suscribe. Por último quiero destacar la actitud de la practica mayoría de personas presentes en el festival, desconocemos el acontecimiento de disturbio ni pelea alguna, si bien y como siempre no faltaba el metepatas de turno. Curiosamente y en contra de lo que alguno pudiera pensar creo que todos los metepatas sobrepasaban con creces la treintena, y es que a veces tengo la sensación de que cuanto más viejos más tontos.

Olvidando los pequeños lunares sin importancia que se dieron, ahora ya solo queda el consuelo de nuestro otro viaje a Madrid en agosto, del que os daremos también buena cuenta en su momento. Un abrazo para todos vosotros, hemos vuelto amiguillos.

 

 

 

 

La potra llega cuando quiere, la cabrona

No soy precisamente un ganador en lo que se refiere a juegos de azar, tómbolas, sorteos, cupones y demás; aparte de que no suelo participar en ese tipo de cosas, factor crítico en esas historias, las veces que por lo que sea lo he hecho me he quedado con dos palmos de narices. Sin embargo, anoche la puta suerte se rió un poco a mi costa, y me explico.

Cristina y yo fuimos a una fiesta de Iron Maiden, como promoción de su presencia en el festival Via de la Plata que se celebra el 11 de julio en Mérida, y en el que los acompañaran Slayer (dilato solo de pensarlo), Barón Rojo, la hija de Steve Harris Lauren Harris, Avenged Sevenfold, Rose Tattoo y Iced Earth (también me apetece tela verlos). Durante la fiesta se iban a regalar pósters firmados por los Maiden, deuvederes del Live After Death e incluso alguna que otra entrada para el festival. Mi novia y yo ya tenemos nuestros tickets del concierto hace un par de meses, así que si fuimos fue por ver a la peña, que sabíamos de buena tinta que iban a acudir en masa al evento, y también y por qué no decirlo por si caía casualmente alguno de los otros obsequios que Rafa Basa, el organizador del chanchullo en sí, estaba dispuesto a repartir alegremente.

Llegamos al sitio y después de la actuación de un grupo tributo a The Cult, tributo que estuvo bastante bien, aquelló empezó, con el Live After Death proyectado en la pared todo el rato y con banda sonora de heavy metal, mucha Doncella de Hierro evidentemente pero también más cosillas, que no es cosa de ser cansinos (aunque por allí había peña que como he escuchado decir, parece que no les gusta el heavy metal sino Iron Maiden). El sorteo de los regalillos fue típico: hacías una consumición y te daban un resguardo con un número, de vez en cuando el Basa decía alguna cifra y allí veías a la gente mirando a contraluz su papelito para ver si se había llevado algo.

La primera consumición que hicimos nos dio los números 169 y 170, y el primer número que dijo Rafa Basa estaba por debajo de los nuestros. Cuando de repente pasó al 300 y pico nos dimos cuenta de que no ibamos a comernos mucho en el sorteo de los cojones. La cosa siguió subiendo de números, y cuando pedimos la siguiente ronda y nos dieron los 400 y algo, el colega pasó a enumerar del 500 para arriba; ahí lo vimos claro y desistimos de pedir nada, además de porque no teníamos ganas porque conocemos nuestra suerte limitadísima. Proseguía la velada y de vez en cuando alguien subía a la plataforma donde el amigo Basa estaba pinchando música para recoger su regalo, que alguna que otra vez fue una entrada. Evidentemente los pósters y los dvd se agotaban a marchas forzadas, por lo que aún veíamos más difícil pillarnos uno. Pues bien, ahora es cuanto se da una sucesión de acontecimientos que dieron lugar a la coña marinera.

Con eso de coger el coche ya apenas bebo alcohol, pero ayer Cris llevaba el suyo y pude tomarme una cervecita y todo. El caso es que viendo que los heavys se piraban y que allí estaba todo el pescado vendido, quedamos en irnos; antes de largarnos me quise pedir un cubata. No tenía ganas de refresco, ni de birra, mis venas ansiaban un cubalibre. Remarco esto porque si no fuera por el Ballantines con cola que me casqué seguramente no podría estar contando esta historia, pues lo mismo hasta nos hubieramos ido antes. Total, que con la bebida me largan el consabido número para el sorteo, el 847 en este caso. Se venía anunciando hace un rato por altavoces que se iba a rifar en breve la última entrada del día, y me había pasado pensando desde que me terminé el pelotazo que si me tocase parecería de broma. En estas cavilaciones Cristina me conminó a que esperasemos a el sorteo de la última entrada y nos fueramos. Expectación, Basa se hace esperar...¡puede recoger su entrada el 847!

Me entró la risa. Es mi número, le dije a mi novia. No se lo creía hasta que lo vio con sus propios ojos. Subimos para recogerla y no la podíamos cambiar por otra cosa (recuerdo que ya teníamos la nuestra comprada hace tiempo, somos buenas personas pero no gilipollas), ya que todo el material promocional se había agotado. Así que nada, en el Via de la Plata me paso por taquilla a recogerla y a ver si puedo endilgársela a alguien, porque es una pena desperdiciar un concierto así. ¿Me habría tocado si no hubiese tenido entrada? Yo creo que no. Ya os digo, para una vez que tengo potra en un sorteo... como decía Cris, esto se lo contaremos a nuestros nietos, pero antes a vosostros. ¿Os ha pasado algo así alguna vez? Por un lado mola pero no me digáis que por otro no jode un huevo.

En fin, si nos da algún día por echar los papeles para un sorteo de VPO y nos vuelve a vacilar la suerte, os prometo que en esa ocasión no doy el ticket.

Estoy por echar una sin dobles ni nada

El Jorobado de Notre Dame de pega

En esta bitácora, además de hablaros de pajereces hay veces en las que nos gusta abriros un poquito nuestros corazones, porque si algo somos además de blogueros es personas. La gilipuertez de hoy hace referencia a un episodio de mi infancia, que he traído de nuevo a la memoria tras la lectura de otro weblog amigo. Si es que Internet une, y si no que se lo digan al matrimonio aquel que se puso los cuernos consigo mismo por chat.


Los señores de Vicisitud y Sordidez , en su conocido afán de culturización de todos nosotros, subieron no hace mucho tiempo una serie de artículos hablando de lo que ellos denominan clones de combate, que no son otra cosa que películas que o bien aprovechaban el tirón de producciones de éxito del momento, o directamente eran zafios copy and paste de los originales. En los comentarios a los mencionados posts los lectores clamaban porque Paco Fox y cía. nos ofrecieran otro monográfico sobre películas chungas, en este caso de films copiados de la Disney. El staff de nuestra querida bitácora aún no ha podido cumplir las exigencias de sus seguidores en este aspecto, pero en esos mismos comentarios se les animaba a que en sus propias webs personales hablaran de algún episodio que tuviese que ver con estas pinículas.

 


Ante tan poca vergüenza, uno no sabe si indignarse o brindar a la salud de estos tíos

 

Y de eso voy a hablaros hoy. Una historia en la que vemos los primeros pasos de un niño en la pre-adolescencia, cuando empezó a entender que la vida tiene sus momentos malos. O dicho de otra forma, que unos cabrones se aprovecharon de un tierno infante. Mejor dicho de sus padres, desconocedores en aquel entonces por desgracia del mercado de films copia. Pero vayamos con el episodio en sí.


Corría el año 1996 y Disney Pictures estrenó en todo el mundo El Jorobado de Notre Dame, con el consiguiente revuelo a escala planetaria del mundo chiquillesco. En mi caso, rondaba los diez años y me encontraba en esa barrera que separa un niño de un niñato, en mi caso más tirando a lo segundo pues a parte de ser bastante repelente, mi desarrollo hormonal fue más temprano que el de mis compañeros de colegio; que ya tenía pelos en los cojones, quicir. El caso es que además de soltar 3 o 4 gallos en cada frase que pronunciaba y de empezar a sentir cierta inquietud cuando observaba a según qué chicas de clase, la vida ya me empezaba a mostrar los dientes y aunque seguía confiando en mis familiares más allegados (aún no había llegado a la fase adolescente en la que odias a toda persona con la que te una la consanguineidad, y en la que te fías más de los contactos del Msn que de tu madre), ya había sufrido en mis carnes algún que otro desengaño como para andarme con el cuidado que se puede tener a tan tierna edad. Además, y no recuerdo exactamente cómo, ante el estreno inminente del nuevo film de Disney ya estaba prevenido de que algún hijo de la gran puta haría el agosto a costa de los críos y de sus papis.


Una tarde, un poco antes del estreno de la peliculita, mi padre llegó a casa y me llamó. Me dio una cinta de vhs y un libro, diciéndome que alguien se la había vendido asegurándole que esa era la nueva película esa del jorobado que todos los niños querían, y que él la tenía antes de que se estrenara en cines. Ya os digo que era repelente, así que le grité que le habían engañado, que aquella no era la versión de Disney (conocía muy bien cómo era por aquello de la publicidad invasiva típica de la empresa americana) y que no pensaba ni leer el libro ni ver la cinta. Otro de los intentos de mi padre por ganarme había fracasado.

 


El día que lo descongelen van a rodar cabezas

 

El caso es que, a día de hoy, ese libro y esa cinta siguen en algún lugar de mi casa, y a día de hoy y como le juré a mi padre no los he abierto, aunque creo recordar que uno de mis sobrinos se tragó el falso jorobado; era más inocente, o quizá más benévolo que yo. Lo acojonante del caso es que, tendría yo unos 17 años, en mi colegio iba a representarse una adaptación a teatro de El Jorobado de Notre Dame de Disney y, ¿ a que no sabéis en quién habían pensado para hacer de la gárgola aquella gordita que salía en la peli? Pues sí, en el que suscribe. Y es que amigos, cuando eres gordito, tienes que ser gracioso por cojones. ¿Con los motes que me tienen puestos los bastardos de mis compañeros, y con la depresión por la falta de sexo tengo que estar riendome encima?

 

Al final me desentendí del proyecto aquel, pero como tenía que visionar el film original para hacerme una idea del papel, finalmente pude contemplar aquella película que en su día me perdí por el desconocimiento de mi padre. No me gustó. De coña.