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Crónica de una Guerra (Z)

 

                                                                     

 

Aunque suelo denominarme amante de la serie z y lo pulp mi acercamiento al género, sobre todo en lo referente a filmes, no tiene verdaderamente la amplitud que quisiera. Bien sabéis de mi melomanía, y siempre suelo caer más en la experiencia sonora que en la audiovisual y/o gráfica. Es algo que llevo queriendo arreglar desde hace tiempo pero al final no me pongo nunca; espero que Cris y yo organicemos pronto esos maratones de películas de los que tantas veces hemos hablado.

 

Curiosamente hoy voy a divagar acerca de una inmersión en el pajerismo zetoso a través del medio escrito, soporte del que todavía conozco menos en cuanto a su afiliación con lo underground. Toda la vida he tenido a mi alcance, por aquello de la afición a la lectura inculcada casi desde la cuna derivada entre otras cosas en visitas medianamente asiduas a librerias, una cantidad ingente de bolsilibros y publicaciones de lo más chungo y freak, pero jamás me animé a coger uno. En primer lugar porque el acceso a un dinero que realmente pueda llamarse mío, lo que implica gastármelo en lo que buenamente me sale de las gónadas es algo relativamente nuevo. En segundo lugar, los monstruos y demás criaturas que son parte importante del estilo siempre me han dado auténtico pavor, y no es hasta nuevamente hace realmente poco tiempo que disfruto con los seres que pueblan las distintas manifestaciones de lo bizarro. En tercer lugar y creo que el de más peso en la ecuación en mi familia todo esto nunca ha sido visto con buenos ojos (sobre todo por parte de mis padres, mis hermanos eran relativamente indiferentes a ello), que se reflejó no solo en que por ejemplo no me dejasen si quiera fantasear con la idea de jugar al rol sino que supuso que mi conocimiento sobre lo concerniente a pajerez se ciñera a las ideas relativas al tema instauradas en el inconsciente colectivo.

 

Quizá es por todo eso que con los años y gracias al acceso a fuentes de información distintas a mis progenitores, hermanos y compañeros más próximos (conocer a peña que gustase de lo alternativo no llegaría hasta bastante más tarde) la atracción por la paja fuera aún más fuerte que para los que tuvieron la enorme suerte de ser educados con o en ella, suscitando en mí el material pajero un interés que ya en su momento era una especie de curiosidad y que devino cuando por fin pude acercarme a él como quise en un cariño muy grande. Es por ello que a lo mejor las próximas palabras os parecen, sobre todo y seguro estoy de ello que como conocedores algo más profundamente del material de este tipo, un pelín exageradas o demasiado benévolas, y del mismo modo en la ignorancia que os he comentado he pasado por alto algún detalle que os parezca reseñable, pero como os he contado mi opinión es producto sin duda tanto del desconocimiento como de la fascinación por la temática.

 

Guerra Mundial Z nos habla, a través de entrevistas con algunos de los implicados en los acontecimientos de la historia, de cómo comenzó, se desarrolló y se proclamó el final de la plaga y el enfrentamiento con los zombies. Desde los primeros infectados en África, hasta la propagación de la enfermedad a escala mundial, los primeros intentos de plantar cara a los engendros y la movilización de todos los países para derrotar a los no-muertos. El vehículo de la narración mediante entrevistas es creo que interesante y aporta en cierto modo un mayor realismo al libro; precisamente bajo mi punto de vista ese realismo es con el que Max Brooks, hijo a la sazón del señor Mel Brooks, ha intentado impregnar toda su obra, consiguiendo en numerosas ocasiones hacer olvidar que habla de zombies.

 

Esa sensación puede ser creo yo un arma de doble filo: a ciertos lectores puede parecerle que el amigo Brooks se ha pasado en su pretensión de realidad, sobre todo en SPOILER la parte del libro en la que un militar cuenta la estrategia que llevaron a cabo para terminar con los como ellos los llamaban zetas, fragmento que más parece un manual de supervivencia real ante un ataque de infectados que ficción SPOILER; sin embargo para otros entre los que me incluyo, y en mi caso particular he tenido en cuenta también que el autor es el mismo de The Zombie Survival Guide, que todavía no he disfrutado pero que se toma el asunto tan en serio que parece, precisamente, real, ese querer contar algo tan puramente pulp y zeta de una manera tan pretendidamente verdadera supone un punto a favor a la hora de digerir la novela.

 

Para mí ha sido fácil creerme lo que Brooks cuenta, porque lo cuenta tan bien y con tales visos de ser auténtico que ciertamente lo parece. Esta obra tiene según mi criterio y sin ánimo de comparar ese toque que hace que las más inmortales cintas de terror clásico (poned aquí la que os parezcan más oportunas) y las historias pulp más interesantes hayan conseguido en los últimos años atraer la atención de la gente: el toque que nos permite pensar en algún momento que eso que estamos viendo/leyendo/escuchando puede pasarnos también a nosotros. Sin embargo, es probable que a estas alturas la proporción de personas que lo pase mal leyendo Guerra Mundial Z sea muy baja en comparación con quiénes podían haberlo hecho hace un tiempo, además de porque somos más viejos porque más que para dar miedo, que no quiero decir que no lo de y sobre todo gracias a eso que menciono de que consigue hacer pensar coño, esa mierda es tan real que esta noche voy a taparme hasta las orejas en la cama, este libro parece más bien destinado a los ya iniciados en el género.

 

Entre otras cosas, amén de que salga gente muerta que anda por ahí comiéndose a gente viva y eso no es del gusto de todos, detalles como que SPOILER se mencione que a los zombies hay que reventarles el cerebro o cortarles la cabeza y no se le dé a priori una trascendencia mayor que esa SPOILER significan que hay cosas que se dan por hecho, que no necesitan ser explicadas y que a nadie les hará llevarse las manos a la cabeza porque ya se tienen en cuenta a la hora de enfrentarse a la novela. El cariño al género que al menos yo encuentro que destila la narración es otro factor a tener en cuenta cuando se evalúa Guerra Mundial Z como un producto para un consumidor definido. El que se haya convertido en un best-seller y sea posible encontrarlo en todas las estanterías es presumiblemente gracias a  la paradójica popularización de lo pop que de un tiempo a esta parte se está produciendo a una escala más o menos importante, así como al boca a boca a través de la Red y a su estilo directo y sencillo (por otra parte creo yo ingredientes estos dos últimos fácilmente identificables en numerosas muestras del género), pero creo que no hay que engañarse: prosa popular o no el tema no es para todos (lo que no implica que en primera instancia no sea universal, en el fondo), no por clasismo sino por simple costumbre de un grupo determinado a la fagotización de según qué producto.

 

Lo más acojonante a varios niveles de Guerra Mundial Z y máximo responsable de esa sensación de canguelo que he comentado anteriormente es que por un momento la humanidad entera se va al carajo por su gilipollez. Es un mensaje que no es nuevo, que incluso alguna que otra vez a lo largo del libro casi se deja caer directamente a la cara y que seguramente no remueva el corazón de casi nadie hoy en día pero que te encoge las entrañas si te paras a pensarlo. El que Brooks haya sido capaz de concebir las consecuencias y secuelas que un acontecimiento de tal calibre producen en el ser humano y plasmarlas en el libro con la ya mencionada autenticidad no ayudan desde luego a quedarse más tranquilo, y hay situaciones que acrecientan esa sensación desagradable de saber que millones de zombies no es una cosa de risa. Yo desde luego era capaz de imaginarme el caos, y desde luego le digo touché al autor.

 

Y es precisamente ese caos y sobre todo la forma en que está plasmado lo que me parece que hace funcionar la novela. Porque es un cataclismo que violenta y provoca reacciones de la forma en que las buenas creaciones de su mismo palo han hecho siempre: divirtiendo. Brooks sabe lo que sus lectores potenciales buscan, porque estoy seguro de que él también es un pajero como todos nosotros, y desde luego se lo da. Es por ello que además de con todas las virtudes anteriores, que desde luego no son algo baladí, Guerra Mundial Z cuenta con la dosis de sangre, humor negro, referencias (sub)culturales y elementos varios que a cualquier hijo de vecino más afín a Mondo Brutto que al Hola le gusta encontrarse. Delicia para el bizarro, que al final casi que es lo que cuenta.

 

 

 

 

 

Madrid, Madrid, Madrid

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¡Ya hemos vuelto! Bueno miento, llegamos el domingo por la tarde, pero entre subir las fotos del viaje y superar un dolor de espalda que me tenía sin ganas de escribir aquí me tenéis delante de la pantalla dispuesto a contaros cómo nos fue en Madrid.

 

Poco más de las 8 de la mañana marcaba el reloj del autobús cuando salíamos de la estación el pasado lunes en dirección a la ciudad del Manzanares. El largo trayecto de algo más de 6 horas nos valió para darnos cuenta de algunas cosas: con los años me mareo más en los viajes; de Despeñaperros para abajo hay más puticlubs de carretera que en la parte norte de la Península; el conductor del bus tiene derecho a ponerte una película desconocida y sin sonido poco antes de llegar al destino y mear en el váter del autocar supone que salpique fuera incluso quien orine sentado.

 

 

                             

 

 

Nada más bajar, coger nuestro equipaje y encaminarnos hacia la boca de metro más próxima me encontré a un chaval que estaba conmigo en el colegio, por lo que la teoría de Cristina de que conozco a todo el mundo y de que todo el mundo estuvo en los Salesianos (el colegio en el que pasé 12 años de mi vida, y del que tengo que referiros alguna peripecia un día de estos) se tornó verdadera una vez más. Hechos los saludos de rigor nos montamos rapidamente en el vagón, con ganas ya de llegar al hotel e instalarnos.

 

Una vez en el hotel, sito en una calle perpendicular a la Gran Vía por cierto, entramos en nuestra habitación, que aunque pequeña nos satisfizo; al fin y al cabo, en ella íbamos a dormir y poco más. Aquello parecía una casa antigua rehabilitada como hostal, hogar que supusimos debió ser acojonantemente enorme cuando contamos las habitaciones que había. Nos resultó curioso que la ducha y el wc se encontraban en una estancia cerrada con aluminio y cristal dentro de la misma habitación, y el lavabo se quedase fuera al lado de la puerta. Toda una experiencia lavarse los dientes sentado en la cama.

 

 

                                                                                 

 

 

El descansito de rigor y nos fuimos a dar un garbeo vespertino por Madrid, en el que no faltó la inevitable visita a la señá Cibeles (teníamos una coña gilipollesca con el acento cañí bastante marinera), la fotico al Neptuno y el vislumbre de la Puerta de Alcalá a lo lejos. Igual de inevitable fue constatar que las calles colindantes a la del hostal estaban llenas de mujeres de vida alegre y gente a la que gustan de entrevistar en Callejeros; supimos al instante que cuando salieramos de noche el taxista que nos llevase a nuestra morada debía subir con nosotros y meternos en la cama.

 

 

                              

 

 

Si algo nos sorprendió a lo largo del paseo fue que la peña de la capital va a su puta bola, algo que se hizo del todo patente en los sucesivos días que pasamos allí. Si bien dicen de Sevilla que somos la cuarta ciudad de España, particularmente y en muchas ocasiones más que una ciudad cosmopolita y conspicua parecemos un pueblo grande. Eso se nota sobre todo en situaciones como llegar a un sitio, usar el transporte público... momentos en los que al menos según mi experiencia siempre hay alguien que se gira y te lanza una mirada. Sin embargo la semana pasada estuvimos en una ciudad en la que podrías salir con la pinga fuera y una bota de agua en cada oreja y la gente ni se daría cuenta de que pasas a su lado. Eso bajo mi punto de vista puede ser una ventaja, pero para alguien como nosotros, criados en barrios digamos obreros en los que todos se conocen, vas por la calle saludando y quien más quien menos de tus vecinos te ha visto casi salir del chumino de tu madre nos parece un poco frío. Uno que es de provincias. Llendo de camino a una tienda de discos de la que me habían hablado nos encontramos con mi profesor de Filosofía de bachillerato en el colegio; huelga decir que Cristina me recordó otra vez su famosa teoría expuesta anteriormente. Qué le vamos a hacer, uno tiene un savoire-faire y una cosa...

 

El martes fue el día dedicado a El Prado. La jornada empezó de puta madre: con el carnet de la facultad pudimos entrar gratis no solo a la exposición permamente sino a una particular titulada El Retrato del Renacimiento, que estuvo bastante interesante. Tras las compras en la sempiterna tienda de souvenirs pasamos a lo que es el museo en sí. La ampliación del sitio por cierto, y haciendo también mía la opinión de un profesor de Cris (no olvidemos que mi señora esposa estudia Historia del Arte; es una mujer preparada), es un poco de cachondeo porque consiste básicamente en la tienda de marras, una cafetería en la que supusimos que tomarse un Nescafé no iba a ser algo precisamente barato (y sobre todo bajo nuestro criterio, en el que un euro con cincuenta céntimos por una lata de refresco nos resulta merecedor de una visita a FACUA) y creo recordar que un par de salas. Salas del Prado de las que hay que decir que quedan muy bonitas en el dibujo del folleto que te dan a la entrada, pero que a la hora de pateárselas hasta al mismísimo Teseo le hubieran dado ganas de echar la pota. Disfrutamos de lo lindo de la visita of course, pero acabamos hasta los mismísimos pendientes reales.

 

 

Comimos y seguimos andando por la tarde, que acabo un pelín regulera más que nada por mi parte debido a lo siguiente: si algún día decidís poneros gordos, cuando vayáis a estar mucho tiempo caminando y la ropa interior se os meta en la ingle, es conveniente que os hagáis con una crema para apagar las llamas del Infierno que se desatarán en vuestra entrepierna. Yo no tuve esa precaución (o más bien la tuve hasta el capítulo de comprarme el linimento, pero pasé de aplicarme la pomada por aquello de... de que soy carajote, no hay más), y como el chacra de mis cojones se conecta a cualquier foco de dolor de mi cuerpo por mínimo que éste sea inflándose hasta la extenuación me pasé todo el rato resoplando y dando por el culo; hasta yo tengo mis momentos. Gracias a Zappa Cristina estaba a mi lado y con su comprensión y aguante habituales me consoló y arrulló. Evidentemente antes de acostarme me pringué la parte interior de los muslos con más crema de la que jamás haya sentido en la piel.

 

Tempranito nos fuimos al día siguiente a El Escorial mediante un tren de cercanías, que en poco más de una horita nos dejó en el pueblo. Sitio tranquilo y curioso aquel, en el que abundaban las personas mayores y las casas de dinero. En cuanto al monasterio (en el que volvimos a entrar por la carita porque era día gratis)... la verdad es que no jugaría al Twister con Felipe II, aparte de porque tenía gota porque vista la austeridad de los Austrias y en especial del monarca español, tenía que ser un caballero pelín aburrido. Esperábamos tronos majestuosos, oro por todas partes y terciopelo a cascoporro y lo que nos encontramos fueron retratos de gente de su familia en todas las paredes y alguna que otra silla con el cojín hecho mierda. Eso sí, no se puede negar que el muchacho tenía inquietud cultural, o desde luego eso quería transmitir porque tenía una biblioteca montada allí de la que no se puede decir que sea fea. A destacar un ejemplar de las Cántigas de Santa María de Alfonso X el Sabio.

 

 

                                       

 

Vimos a los infantes enterrados e impone cosa mala. Un guía que había por allí y que hablaba como el tipo aquel de Men In Black al que le disparas en la cabeza y le vuelve a crecer, mientras explicaba una tumba de no recuerdo quién y que tenía una figura en mármol de su inquilino encima nos animó a que nos aproximáramos a ella con un acérquense, que no se va a levantar. Las risas fueron nerviosas, porque allí igual no muchos conocíamos a George Romero pero todos sabían de lo zombie. Al llegar donde están sepultados los infantes menores de 4 años no se me ocurrió otra cosa que soltar coño, una tarta de bodas. No se me puede sacar a ningún lado. Después de la fría e inquietante visita a la cripta, una visual a los alrededores y para casa.

 

Otro tren el jueves a primera hora y llegábamos a Aranjuez a visitar...exacto, el Palacio que hay allí. Después de ver también el Palacio Real de Madrid y tras visitar éste, mi novia me preguntó si mantenía mi máxima de el rey Juan Carlos es muy campechano, sentencia de la que me he adueñado de un tiempo a esta parte y que repito con vehemencia. Pues sí, caray; es una tontería que me gusta meterla en según qué ratos. En fin, que aquello fue otra cosa. Rebaja de rigor en el precio de la entrada con la bendita tarjeta universitaria (mis hijos van a ir a la facultad solo por entrar de gañote a los sitios), precio que estuvo del mamazo para lo que vimos. Aquello fue otra cosa: lujo por todos lados, habitaciones fastuosas...Isabel II tenía un gusto refinado la colega. Además de las estancias privadas de los reyes, incluyendo como no el váter de la hija de Fernando VII y de su marío pudimos ver una colección de trajes y enseres de Alfonso XII, carruajes, juguetes, el traje de boda de las infantas, de la reina Sofía y de la Letizia (por un momento me sentí Cantizano, y...¡me sentí bien!) y un museo de las faluas de la realeza, unas barcas para pasear por el Tajo que para mí las quisiera. De vuelta al centro neurálgico de nuestra aventura nos pegamos un vueltazo por Fnac y El Corte Inglés, que aunque en Sevilla están los dos siempre es bello decir que estuve en el de Madrid. Ya de noche nos fuimos para Chueca y nos maravillamos con el ambientazo que había por sus calles, además de meternos entre pecho y espalda una bella cena.

 

 

                              

 

El penúltimo día madrugamos menos y nos largamos de tiendas. Entre vinilos y camisetas sacamos tiempo para comprar souvenires para la familia y toda la pesca. Por la tarde acicalamiento especial pues por la noche habíamos quedado con un colega llamado Carlos que cumplía añitos. En principio queríamos ir a la Excalibur pero al final y como teníamos que irnos más bien pronto pues teníamos que levantarnos muy temprano para coger el bus y demás fuimos con mi amigo solo hasta su primera parada de la noche, el pub El Refugio. Nos encantó el sitio, rock clásico de los 70 y algo de los 80: mucho Coverdale en todas sus facetas, Purple, AcDc, Elvis, Rollings...videos, decoración excelente y el sonido brutal; la primera vez en mi vida que escucho la música con suficiente claridad como para saborearla y con el volumen lo justo para hablar sin tener que alzar mucho la voz. Seguro que volvemos la próxima vez.

 

El sábado otras seis horitas de carretera y de nuevo en nuestra tierra. Cris se fue de nuevo el domingo para Asturias con su familia, y por lo que me ha contado hasta ahora les está yendo del carajo. A mí se me acabó el chollo y vuelvo a trabajar de nuevo, pero eso no quiere decir que no vaya a seguir por aquí y como ya os dije, con novedades jugosas. Ya os daré la tabarra.

 

 

Y a la vuelta mucho más

Como ya os contábamos hace poco Cris y yo partimos el próximo lunes a la capital del reino para ver museos, comprar cosas y tomar copas.

A la vuelta pretendo hacer una pequeña renovación en el diseño del blog y dinamizar la cosa, pues como sabéis está el tema bastante parado de un tiempo a esta parte. Ya tengo ideas para un par de artículos (sí, ya he dicho esto alguna que otra vez últimamente pero ahora puedo concretar con mi novia el enfoque y la realización de los posts), y como también he dejado caer en alguna que otra ocasión pretendo hacer un poco de publicidad como pueda, sin joder demasiado la dinámica habitual de vuestras bitácoras. Sólo os pido si os interesa y tenéis tiempo un poquito de ayuda en eso de la promoción, siempre teniendo en cuenta que por encima de todo y como ya he soltado en otro momento lo importante aquí es pasarlo y que lo paséis bien.

Huelga decir que lo primero que hagamos tras nuestro retorno es un amplio reportaje de nuestra aventura madrileña, acompañado de sus correspondientes fotos (¿podríais decirme un maldito servidor en el que las fotos no queden diminutas cuando las subes? O incluso mejor: ¿alguien me da un curso de cómo hacer un blog en condiciones?). Mientras tanto, a la derecha del blog tenéis los archivos por si os apetece ir leyendo las cosillas que hemos ido haciendo por aquí. O también podéis dedicaros a ver videos de Youtube, que también tiene su miga. Un abrazo y hasta dentro de poco.

Un encuentro sevillano

El jueves pasado Cris y yo caminábamos por la ciudad en lo que dimos en denominar una tarde-noche muy sevillana: primero una cervecita en Triana y luego un paseo hasta la Macarena para cenar pescaíto frito al lado de la muralla. Porque nosotros también somos un poco chovinistas de vez en cuando y desde luego, sevillanos y amantes de serlo.

Sentado estaba con una croqueta en la boca cuando mi novia me llamó la atención sobre un hombre más bien mayorcete que se encontraba en la barra. Me fijaba en él pero no caía en quién era, si bien me sonaba la cara extrañamente (sobre esto no me puedo fiar mucho porque me suenan las caras de casi todo el mundo). Finalmente Cristina me desveló la identidad de aquel señor que con su cervecita fue a sentarse junto al grupo de personas con el que venía precisamente en la mesa de al lado de la nuestra: aquel tío era Ricardo Pachón.

Quizá no os suene el nombre de nada, pero cuando me fijé en él sentí hasta un escalofrío: Ricardo Pachón ha sido productor de Camarón, Pata Negra, Veneno, Smash, Lole y Manuel; produjo la serie documental sobre flamenco El Ángel, en la que participaron la gran mayoría de artistas que he mencionado antes además de otros muchos; ha dado conferencias y hecho ponencias en bienales flamencas y otros actos relacionados con el mundillo y en definitiva, fue un personaje importante, al menos bajo mi punto de vista, en lo que yo llamo la revolución del flamenco allá por los años setenta, de la que ya os hablamos aquí.

Creo que ya os contamos que por educación musical y proximidad a todos estos estilos desde muy tierna edad mi novia y yo hemos vivido muy cerca la realidad de todos esos grupos y artistas (Cris quizá los más próximos a la transgresión del flamenco y a la fusión con el rock y el progresivo, y yo personalmente y sobre todo gracias al gusto de uno de mis hermanos también pude disfrutar de flamenco más ortodoxo), por lo que tener a escasos centímetros al señor Pachón nos puso los pelos un poco de punta.

Comentando la jugada empezamos a hablar del género, y de la curiosa fusión de violines, rock y flamenco de El Garrotín de los Smash, presente en aquel disco compartido con  El Agujetas y Manolo Sanlúcar Vanguardia Y Pureza Del Flamenco, pasamos a charlar sobre el hippismo exacerbado de toda aquella peña que hace ya 30 años dieron la vuelta a un género y terminamos disertando sobre la mala vida de ciertos artistas y la repercusión que ha tenido eso en su trayectoria personal y profesional. Ya sea por que no se enteró o porque pasaba del tema Ricardo Pachón no nos miraba, aunque también puede ser que pensara que no es cosa de meterse en conversaciones ajenas aunque en cierto modo te atañan.

No me pude acercar a él porque no quería interrumpir su velada con sus acompañantes, pero me hubiera encantado decirle que me crié acompañado de entre otras muchas con piezas musicales en las que él había participado de un modo u otro, e igualmente habría sido estupendo charlar con él acompañado de Cristina aunque fueran cinco minutos sobre aquella época y esos otros tiempos, momentos que particularmente a mi novia y a mí nos fascinan.

Al final cada uno tomó su camino, Pachón y cía. se quedaron disfrutando de la cena y Cris y un servidor seguimos nuestra ruta en busca de un helado. Ya en la cama me quedé pensando en lo curioso de los encuentros y las personas: para nosotros ver tan de cerca a aquel hombre supuso una alegría, para otros seguramente no hubiera supuesto más que tener a su vera a un viejo con bigote.

Por cierto, estoy pensando en nuevo diseño para el blog y en dinamizar la cosa, subiendo más artículos y promocionándonos más. Estad atentos, al menos los dos o tres que seguís por aquí.

Rockeando en Emérita Augusta

Cansados pero satisfechos regresábamos ayer de Mérida, ciudad en la que se celebró el viernes el festival Via de la Plata. Un corto periplo (nos fuimos en la sobremesa del jueves y llegamos ayer sábado a la hora del almuerzo) que no por ello ha sido menos intenso.

 

La peregrinación daba comienzo con un viaje en tren de cuatro horas y pico, tiempo que se nos hizo bastante largo por cierto. Cabe señalar que la via por la que transcurríamos estaba bastante chunga y durante todo el trayecto nos acompañó un traqueteo que distaba bastante del movimiento normal de un ferrocarril. Si es habitual en mí tener ganas de ir al váter en cuanto pongo los pies lejos de mi hogar con tanto meneíto en el puto vagón ya os podéis imaginar qué fue lo primero que hice al llegar al hotel.

 

Tuvimos como acompañante la mayor parte de la aventura a nuestro colega Fran, Kiüs en el mundo bloguero, del que nos sentimos orgullosos padrinos en su estreno en esto de los festivales. Finalmente fue este señor el destinatario de aquella entrada que nos sobraba del famoso sorteo de la coña marinera. Su comportamiento antes, durante y tras los conciertos fue ejemplar, riéndose de nuestras gilipolleces y aguantando nuestras teorías particulares acerca de la calidad de los grupos.

 

 

 

Mientras Cris soltaba las maletas y se acicalaba convenientemente para dar un paseo romántico-festivo-cultural por la ciudad yo me fui con Kiüs hacia la zona de acampada, pues por desgracia cuando nos comunicó que se venía con nosotros de cachondeo todas las plazas hoteleras de la ciudad (y más tarde nos enteraríamos que incluso de algún que otro pueblo vecino) estaban más que ocupadas. Le preguntamos a la recepcionista dónde carajo estaba el Albergue Juvenil de marras y nos indicó una parada de autobús en la que podríamos pillar un idem que nos dejaría cerca del sitio, lugar que según la muchacha estaba un poco lejos.

 

Antes que nada debo decir que la habitación en la que pernoctamos mi novia y un servidor era sencilla pero coqueta, muy limpia y con cierto encanto. Tenia aire acondicionado y televisión, con la que nos poníamos de fondo ¿Dónde estás corazón? antes de dormir.

 

Como decia Fran y yo encaminanos nuestros pasos hacia la parada y al llegar entendimos por qué la chica de recepción se había referido a ella como la estación de autobuses, pues era una pequeña estructura con algunos asientos dentro, taquilla de información y demás en la que paraban todos los autobuses municipales de Mérida menos uno. Al preguntar por allí, nos indicaron que había un par o tres de buses que dejaban relativamente cerca del recinto del festival, pero que realmente estaba lejos. Todo ser humano al que le preguntábamos nos decía lo mismo, pero no nos dejábamos impresionar y pensábamos que las distancias son bastante relativas en ciudades más pequeñas que la nuestra. El conductor nos soltó en una parada en mitad de una urbanización, en la que volvimos a preguntar y de nuevo todos nos decían que nos iba a tocar andar tela. No llevaríamos ni cinco minutos andando cuando un coche pasó a nuestro lado y se ofreció a recogernos para dejarnos en el puto Albergue, al que había intuído que ibamos por aquello de nuestros ropajes oscuros (y porque el metal nos sale por los poros, para qué negarlo).

 

 

Sí, todos tenían razón: la mierda aquella estaba a tomar por el culo. Primero dejamos a Fran en la zona de acampada y más tarde el tío del coche (creo recordar que se llamaba Francisco) me dejó a mí cerca del hotel y se piró, prometiendo que nos tomaríamos unas birras si coincidiamos viendo a Maiden. Acertó cuando dijo que no pasaría.

 

Con la cámara de fotos cerca Cristina y yo dimos un paseo por el centro, vimos entre otras cosas el templo romano que veis abajo y acabamos la noche comiéndonos un par de pizzas bastante simpáticas. Cuando ya nos disponíamos a descansar para el largo día siguiente la aparición súbita de una cucaracha en la puerta de la habitación estuvo a punto de jodernos la noche. Finalmente tuvo que liquidarla el recepcionista del turno de noche, ya que nosotros (bueno, seamos justos: fue Cris, yo soy un maldito miedica) únicamente pudimos bajarla al suelo de un escobazo. La mala cara que se le puso al hombre cuando le dijimos lo que había en nuestro cuarto no se me olvida a mí en la vida.

 

 

Llegó el viernes y tras enfundirnos nuestras botas militares y la ropa de batalla nos encaminamos a una parada de bus en la que paraba uno que llevaba directamente a escasos metros del recinto del festival. Un poco antes quedamos con otros dos amigos más, Ana y César, que venían a su vez con otros dos acompañantes, Sergio y Sebastián. Hermanos del metal y todo eso que dirían Manowar.

 

 

Andamos un ratillo y entramos por fin. Había tres o cuatro barras para la bebida, una zona para la comida (zona en la que sólo nos atrevimos a comer patatas fritas, el único alimento que no había sido asaltado por las moscas. Y no lo estoy diciendo de broma) y una pequeña zona de venta de camisetas. Además del merchandising del festival se habían colocado allí camisetas de Slayer y de Maiden, sorprendiendo a todos los precios de éstas últimas, llegando a costar una camiseta de futbol del Maiden Team 100 euritos. Alguna vimos puesta y todo, no creáis. El escenario muy grande, factor que sobre todo los cabezas de cartel aprovecharon al máximo.

 

 

La primera banda en hacer acto de presencia fueron Ra, grupo danés que practica lo que a mí me sono a Bon Jovi con, y no sé por qué, lo que me parecieron retazos de Edguy. No sonaron mal pero personalmente creo que no aportan nada original al panorama metálico. Tras un descanso cortito salió a escena la hijísima, la señorita Lauren Harris. Y aquello se convirtió en un cachondeo.

 

No digo que nadie le prestara atención, pues ciertamente había un número interesante de personas viendo su bolo. Lo que ocurre es que esos oyentes suponían un porcentaje bajísimo de los asistentes al concierto en ese momento, y ni qué decir tiene que ínfimo en comparación con todos los fans que habían comprado su entrada (conforme pasaba el día fueron llegando más). La gente que no le echaba cuenta estaba comiendo, o bebiendo, o literalmente haciendo el tonto con su música. A cualquier lado que miraras había alguien haciendo el ganso y bailando de forma carajotesca. Nosotros no fuimos menos claro está; que señalemos la estulticia ajena no quiere decir que no la padezcamos nosotros mismos.

 

Bromas aparte, lo comentaba con mi novia más tarde: la hija de Harris es creo yo la mayor perjudicada al ser incluída en giras de este tipo, pues bajo mi punto de vista el público al que podría interesarle de algún modo su propuesta me temo que no era el que estaba congregado en el Via de la Plata. En otros eventos, del tipo Rock In Rio Madrid por ejemplo igual no hubiera desentonado tanto. Es mi opinión. Allí la gente olvidó su actuación rápidamente desde luego (nuestra colega Ana dijo que parecía Hanna Montana).

 

Con Rose Tattoo llegó el rock con un sonido muy cercano a AcDc; no en vano son compatriotas. Al final de su actuación el vocalista le pasó el micro a alguien de la primera fila que tenía la misma voz cazallezca que él, de echo el tío se descojonó cuando escuchó al fan. Diría que los Tattoo es uno de esos grupos a los que quizá no iría a ver expresamente pero a los que no me importa escuchar si tocan en un festival. Tras ellos el metal más moderno vino de la mano de Avenged Sevenfold, banda que no nos hizo demasiado tilín. A mi me dio la sensación de que no saben realmente qué están tocando, y de hard rock con tintes ochenteros pasan de repente a un sonido Helloween con la voz rasgada de su cantante dando caña. Había muchos chavales y sobre todo chicas jóvenes para ver a los Sevenfold pero al resto creo que no nos quitaron mucho el sueño.

 

 

Los siguientes en discordia Iced Earth, al frente de los que estuvo su frontman original Matt Barlow. El amigo Matt tuvo problemas puntuales con su garganta, sobre todo al principio del concierto, cosa que no impidió que se pegara algún agudo de esos que caen bien. Escuchando el estilo del grupo se da uno cuenta que le pegaba tela a Ripper Owens, ya que su estilo se asemeja bastante al de Barlow, pero le dieron la patada. Cosas de la vida.

 

Me puse nervioso esperando a Slayer, y finalmente me dejaron un pelín frío. Me gustaron, pero en ciertos momentos iban un poco a medio gas. Bajaron el tempo de los temas bastante y la comunicación con el público y sobre todo entre ellos es prácticamente nula. Todo esto no impidió mi erección instantánea cuando tocaron South Of Heaven, pero esperaba un poco más. Cansino que es uno.

 

Se notaba que se acercaba el momento de la actuación de La Doncella de Hierro, aquello estaba lleno a reventar. Nos sorprendió bastante la celeridad y la precisión con la que su numerosísimo staff de técnicos, pipas, seguridad... currelaban, un grupo de trabajadores sin los que sería imposible montar todo aquello.

 

Y todo aquello fue increíble: una recreación del espíritu y el montaje de aquel Live After Death con el que tantas pajas nos hemos hecho todos y todas alguna vez en nuestra vida de headbangers. Fuego, pirotecnia, sonido acojonante... cuando tocaron The Rime Of The Ancient Mariner, en la parte más lenta las luces bajaron y empezaron a mecerse como si fueran un barco; en los temas del Powerslave los focos se ponían en forma de pirámide; durante el tema Iron Maiden una cabeza de esfinge con la cara de Eddie se abrió al fondo y una momia Eddie, igualita a la del World Slavery Tour, salió tras Nicko McBrain; más tarde otro Eddie, esta vez el robótico idéntico al de la portada del Somewhere In Time luchaba con Janick Geers y su guitarra. El telón de fondo cambiaba en cada tema: un barco en la ya mencionada The Rime Of The Ancient Mariner, un decorado egipcio en los temas del Powerslave...incluso Dickinson se cambió de ropa un par de veces, pertrechándose en un momento dado con la máscara que Eddie lleva colgada en la portada del Live After Death; totalmente brutal. Un verdadero viaje a los años 80 y a las macro-producciones que por aquel entonces todos los grupos medianamente importantes de heavy metal hacían, y que a día de hoy solo unos pocos privilegiados pueden permitirse. Un verdadero y absoluto espectáculo, desde luego uno de los mejores y mayores que he presenciado en el tiempo que llevo metido en esto. Cristina, que ya había visto a Maiden otra vez más, salió satisfechísima pues en aquella ocasión no llevaban montaje alguno; flipó como todos allí flipamos.

 

 

La organización dejó para el final a Barón Rojo, pero mi novia y yo nos piramos a dormir. No nos perdimos mucho por aquello de haberlos visto ya un par de veces, así que no nos dolió tanto irnos (estábamos pelín cansados). Fran sí se quedó a verlos, luchando contra el cansancio.

 

Madrugón, a coger el tren y de vuelta a casa. Una grandísima experiencia creo que para todos, unos días de asueto que hay que olvidar un poquito (o mejor sería tenerlos bien presente para pasar el trago) y volver al trabajo, al menos el que suscribe. Por último quiero destacar la actitud de la practica mayoría de personas presentes en el festival, desconocemos el acontecimiento de disturbio ni pelea alguna, si bien y como siempre no faltaba el metepatas de turno. Curiosamente y en contra de lo que alguno pudiera pensar creo que todos los metepatas sobrepasaban con creces la treintena, y es que a veces tengo la sensación de que cuanto más viejos más tontos.

Olvidando los pequeños lunares sin importancia que se dieron, ahora ya solo queda el consuelo de nuestro otro viaje a Madrid en agosto, del que os daremos también buena cuenta en su momento. Un abrazo para todos vosotros, hemos vuelto amiguillos.

 

 

 

 

Vacaciones de verano para ti

Os decíamos hace poco que estábamos preparando un artículo nuevo, pero entre unas cosas y otras todavía no nos hemos puesto a ello.

Además de que Cris sigue enfrascada en los exámenes (la semana que viene al fin termina, y a ver si para entonces hacemos de una vez lo que tenemos pensado en cuanto al blog), hemos estado planeando las vacaciones. Este año me dan una semana más, que con la que ya tenía suman catorce maravillosos días de jolgorio y regocijo. En realidad estaría del carajo irse otros quince días, pero cuando tus jefes son uno de tus hermanos y tu padre el concepto descanso estival es muy ambiguo.

Dentro de unos días nos piramos a Mérida al festival Via de la Plata, en el que tocan entre otros Iron Maiden y Slayer. Cristina ya ha visto a La Dama de Hierro, pero yo me estreno con ellos; ya iba siendo hora sin duda. A Slayer tampoco los he visto a estas alturas, por lo que me estoy planteando ponerme pañales ese día por lo que pudiera pasar.

Más tarde en agosto hemos decidido ir a la capital del reino, pues aunque quizá a alguien que no tenga la playa demasiado cerca pueda resultarle una locura buscamos algo distinto de un reposo en la costa; ya son unos cuantos años con arena metida en el culo y vamos a cambiar de rollo. Nuestro plan en Madrid es hartarnos de ver museos, monumentos y demás, del mismo modo que darnos un garbeo por allí y mirar tiendas llenas de todo tipo de artículos que aquí no se encuentran. Un chorizo debajo del brazo, encontrarnos a un famoso, poner cara de imbécil delante de los edificios grandes y homenajear por la cara a Paco Martínez Soria será cosa fácil.

¿Cuáles son vuestros planes para este período tan esperado? Igual hasta podemos coincidir y llevar el encuentro bitacorista a la realidad. Nosotros encantados.

Esto no quita que dentro de poco subamos un post nuevo con la marca de la casa. Y con él empezará de nuevo la promoción y el spam masivo en vuestros blogs. Que no, que es coña. Bueno, un poquito cansino sí que me voy a poner, pero sé que me perdonaréis.

Capulladas et labora

Mientras preparamos el próximo artículo, que ya aventuramos que será de esos hermosos que ponemos por aquí de vez en cuando, he pensado en abriros una vez más mi corazón y aprovechando que me he acordado hablaros de una de las cosas que hacen mi trabajo más llevadero.

Trabajo con mi padre y uno de mis hermanos, con todo lo que eso significa. Aparte de un concepto particular del término vacaciones y la inexistencia de los días de asuntos propios el trabajar en familia supone en mi caso un aliciente en muchos casos más satisfactorio que la posibilidad más o menos remota de una paga extra, y es el reírnos de las tonterías que sueltan nuestros clientes.

Así es amigos, somos unos hipócritas que ponemos buena cara para vender lo que sea y que en cuanto quien sea se ha marchado nos dedicamos a reírnos de su acento, sus expresiones o de sus infructuosos intentos de rebajar 50 euros del precio final de un producto (totalmente verídico). La cosa no sería tan divertida si no fuera porque muchas de las personas que van a comprar a nuestro negocio con más o menos asiduidad proceden de pueblos de nuestra provincia, y a cierta bastedad intrínseca del habitante del medio rural en su mayoría hay que sumarle la brutalidad propia de la peña que viene a hacer negocio; con esto no quiero decir que nos ríamos de los catetos, la gente de pueblo que conozco es en un porcentaje altísimo tan excelsa y sublime como pueda serlo cualquier cenutrio de ciudad como nosotros, simplemente nos mofamos del zotismo particular de algún que otro gañán que se pasa por allí, acentúado por su condición de pueblerino. Por si no fuera poco tenemos contacto habitual con el gremio del transporte, sector en el que al menos por experiencia propia puede uno encontrarse verdaderos poetas de lo zafio.

Ante el desfile de personajes que día sí día también tienen la deferencia de visitar nuestra nave mi hermano y yo no podemos evitar el escuchar conversaciones y expresiones para alojarlas en lo más profundo de nuestros cerebros y recurrir a ellas en momentos de aburrimiento, que son unos cuantos, y repetirlas hasta la saciedad en un bucle infinito como una especie de interpretación irrisoria del eterno retorno de lo mismo de Nietzsche aplicado al amor por lo chabacano. Somos así de idiotas.

Para jolgorio y regocijo del personal he tenido a bien traeros en forma de recopilación algunas de las mejores perlas del lenguaje que durante este tiempo hemos ido almacenando en nuestro corazón, y me gustaría que enrriqueciérais el artículo con vuestras propias gilipolleces preferidas. Quiero decir que a ver si le damos un poquillo de vidilla al blog, se lo decís a vuestros familiares y amigos...

Dos camioneros hablan entre sí: -"¡Deja ya de beber, que te gusta mucho la cerveza, que te huele el aliento a cerveza!" "-Me huele el aliento a pipa de coño. A PIPA DE COÑO".

Un transportista trae una nevera estilo años 50: "-Ese frigorífico es de los tiempos del rock'n'roll".

El mismo camionero de la primera frase le dedica un piropo a un compañero: "-Me voy a tener que cagar en tus reverendos muertos".

Diciéndole a un cliente que los precios subían, me responde mientras se señala las partes: "-Todo sube menos esta". Grandes risas y posterior respuesta de mi hermano "-Eso te dice tu mujer, ¿no?". Sí, mi hermano tiene muy poca vergüenza.

"-Yo tengo dos niños, y no quiero más. Mi mujer me dijo de tener otro y yo le dije: ¿otro niño? ¡TE QUIERE Í A SHUPARLA ÍA!". Actualmente este señor está divorciado. En serio.

Un día en que mi a mi padre se le notaba cansado, le pregunta el sujeto de la frase anterior: "-¿Que pasa gordito? (llama así a mi padre. Sin comentarios) ¿Estás enamorao, estás enamorao, ESTÁS ENAMORAO?"

Al mismo tío le pide mi hermano el código postal, para hacerle una factura. Cara de desconcierto del colega. "-¿Eso qué es? Yo no tengo de eso".

Venía un cliente con un mono de trabajo que parecía de la Guardia Civil. Le dice mi hermano: "-Eso parece de los Civiles". "- Es que me lo ha dado un Guardia Civil; me lo pongo por si hay algún Civil en la carretera me vea y se piense que soy otro de ellos". Momento de silencio y se empieza a reír solo "- El mono este lo ve un Guardia Civil y dice: ostia, la Guardia Civil; ellos mismos se asustan".

"-Eso es muy caro". Respuesta de mi hermano: "-Todo el mundo que viene dice que es barato menos tú". Se ríe el otro y le contesta: "-Yo es que si no digo que es caro reviento".

"-Las tías es que son la ostia".

"-Te descuidas y te meten to la polla".

Un tío nuestro que nos visita de vez en cuando y que no va mal de pelas, mirando su coche: "-Veo el coche así de sucio y me dan ganas de comprarme otro". Pasaron un par de meses y se compró otro.

Como véis, no todo es ganarse el pan con el sudor de la frente, y hay también espacio en la jornada laboral para la tontada y la estupidez. Ahora os toca a vosotros contar las chorradas que oís/decís en vuestros respectivos currelos. Démosle alegría a esto.

 

Principios de zappismo

Hay quien cree que la melomanía no puede convertirse en un vicio, y como opinión es totalmente respetable pero en mi caso no se cumple. Desde muy pequeño he aprendido a apreciar la música, y he tenido la enorme suerte de aprender a escuchar, o al menos a tolerar una variedad bastante importante de sonidos, influenciado por el respeto que en mi hogar siempre se ha tenido a cualquier tipo de ruido salido de un equipo hi-fi; desde la pasión por el flamenco, el cariño a Triana, Dire Straits y El Último de la Fila de uno de mis hermanos, pasando por el heavysmo militante de la mayor de mis hermanas hasta la pajerez excelsa de mi cuñado por el jazz, el blues y el funky. Es por todo esto que podría decirse que tengo una predisposición clara a escuchar música de todo tipo desde siempre. Es por eso que no es de extrañar que a día de hoy, digiera toda índole de discos (numerosa es la cantidad de metal, bien lo sabéis ya todos), y me gaste dineros curiosos en todo lo relacionado con música, y no me duele hacerlo desde luego. Para mí el sonido, la melodía...van más alla que un entretenimiento, que también, y puedo decir con orgullo que ha llegado al punto de la pasión e incluso en muchos casos del interés medianamente académico, que iría mucho más allá si tuviera aún más tiempo y pasta.

Os pongo en situación con respecto a mi apasionado gusto musical para que comprendáis, siempre en la medida de lo posible, lo que vengo sintiendo como amante del sonido desde que me he acercado a la figura de un músico del que siempre había oído hablar pero al que por edad, desidia u olvido nunca me había parado a escuchar y que me tiene loco perdido. No es otro que Frank Zappa. Él mismo se definía como un compositor que casualmente toca la guitarra, y creo que no hay mejor definición para este señor (si bien se le pueden aplicar numerosas definiciones).

Hace un tiempo en el blog La Oreja de Van Halen de nuestro compañero Dani se exponía un breve comentario de sus primeros discos con The Mothers Of Invention e incluso se comentaba alguno en solitario (¡espero con ansía próximos análisis tuyos de Zappa, Dani!), y fue a raíz de ese artículo que me empezé a interesar por el bigotudo. Me pillé un par de álbumes suyos, Freak Out!, y We’re Only In It For The Money, y me los puse a escuchar de fondo mientras hacía gilipuertadas en el pc. Recuerdo que si bien me llamaron la atención no les eché la cuenta que más tarde entendí que este señor merece, y más bien los pasé por alto.

Resulta que hace unas semanas me da por leerme la entrada de Zappa en Wikipedia, y entre otras cosas me entero de que tiene editados más de 70 discos, cosa que me hizo levantar la ceja. Entre esos trabajos había álbumes de estudio, directos, recopilaciones, pseudo piratas... además de discos póstumos, ya que por desgracia el amigo Frank nos dejó el 4 de diciembre de 1993. Quitando alguna recopilación, una cantidad ingente de trabajos discográficos habían salido de la mente del colega, y una persona con esa capacidad creativa me merece un respeto añadido. La cosa es que gracias a mi aburrimiento patólogico en casa me dediqué a buscar todos los discos que venían en Internet, y se me puso en los cojones escuchármelos todos.

Poco a poco lo vengo haciendo (no todos seguidos, no soy taaaan masoquista), y la experiencia está yendo mucho más allá de lo que en principio imaginé. La música de Frank Zappa no es apta para cualquiera, y no lo digo con ánimo de posicionarme por encima de nadie, y a la vez está hecha para todos; ha hecho piezas disfrutables por todo el mundo, ha tocado tantos palos en el sonido (música de cámara, para orquesta, música serial, rock, R&B, jazz, psicodelia...) que cualquier persona que sea medianamente amiga de la música podrá encontrar algún momento, cierto tema, tal tesitura que le molará. A lo que me refiero es que creo que la grandeza, la enormidad y lo acojonante de sus composiciones no serán totalmente apreciadas nunca, ni por mi ni por y sin menospreciar a ninguno de sus más acérrimos fans ninguna persona que lo escuche. Cada segundo, cada momento en su creación es susceptible de sugerir y de significar tantas cosas que jamás nadie podrá sentar cátedra sobre su obra.

Un tío que se reía de todo y de todos, que usaba el humor, la sátira y la absoluta y total subrrealidad mezclada con una crítica a la sociedad, especialmente la americana, de manera magistral. Un hombre que, me cago en la puta, me está enganchando con sus discos como no me he enganchado hace muchísimo tiempo a nada que tenga que ver con lo musical. Alguien que seguramente a algunos no les caiga nada bien, a otros les de mucho por el culo y a otros nos encante, pero que al fin y al cabo estuvo aquí para pasárselo aquí y hacer lo que le dio la gana. A parte de por su abismal genialidad en la música, creo que lo estoy admirando porque siempre hizo lo que le salió del alma. Con un par de cojones como catedrales.

Os recomiendo encarecidamente que os acerquéis a lo que ha hecho Frank Zappa. Eso sí, quedáis avisados: engancha cosa mala.

 

Hasta me da morbillo físicamente. Esto ya es alarmante