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Enetemec

Piensa mal y acertarás

Mientras preparamos la sorpresa bloguera que les hará, parafraseando a un colega, cagarse y peerse, me gustaría dejarles una reflexión que se me vino ayer a la cabeza paseando con Cristina por el centro de la ciudad.

Ibamos por la famosa calle Sierpes charlando sobre libros oscuros y malditos, películas de serie z y todas esas cosillas que tanto nos molan y vimos de lejos una imagen dantesca: un señor vestido con un esmoquin de telilla fina, unos grandes zapatones y una cabeza de Mickey Mouse. Se trataba de uno de los muchos pedigüeños que se arremolinan en el caso antiguo de Sevilla para ganarse la vida (o según otras versiones para pagarse un cartón de vino), valiéndose de artimañas varias para conseguir unas monedas.

Lo chungo del asunto es que se había quitado los guantes del disfraz y llevaba las manos al descubierto, lo que unido a la conversación que manteníamos mi novia y yo nos hizo estremecer. Parecía un ser mitad humano-mitad dibujo animado, perfecto para cualquier relato de terror de tres al cuarto.

A bote pronto se me vinieron a la cabeza los músicos de apoyo que Korn lleva ultimamente en directo, que van ataviados con máscaras de animales y que dan mal rollito. Más tarde, no pudimos evitar la coña de que el traje del zagal en cuestión era el modus operandi con el que el tío guarro se acercaba a los tiernos e inocentes infantes que tímidamente se acercaban para hacerse una foto con él o pedirle el típico perro-globo, momento en el que el depravado aprovechaba para acariciarles con lascivia el cuerpecito y olerle con gesto vicioso el pelo entre gemidos de placer.

Este pensamiento nuestro, que inicialmente puede parecer una de esas bromas macabras y de mal gusto que en ocasiones nos gusta soltar (y que, todo hay que decirlo, suelen estar muy bien traídas), quizá no ande tan desencaminado del que a otras muchas personas se les pueda pasar en un momento dado por el cerebro. Y es que tengo que decirles que aquel famoso pensamiento de no recuerdo quién que aseguraba que el ser humano es bueno por naturaleza me parece una soberana tontería.

Confiésenlo: si gustan del humor chafardero que a veces desplegamos Cristina y yo, quizá hayan sonreído al leer lo que se nos ocurrió cuando vimos al muchacho de marras por la calle; y después y aunque sólo por un segundo les ha asaltado la duda de si nuestra cruel idea no fuera un simple comentario sino una verdad como un templo. Porque amiguitos, quien más quien menos ha sentido alguna vez cuando ha visto a un ser extraño comportarse de modo sospechoso cierta picazón en la nuca: señales nerviosas que recorren la medula espinal como defensa preventiva de nuestro organismo ante lo que pudiera ser una amenaza, cuando en el 90% de los casos el peligro en cuestión no es más que el producto de cientos de años de educación en el temor a lo ajeno.

Desde pequeños, nos previenen de los extraños; mi progenitor mismo nos ha contado a mis hermanos y a mí un cuentecillo cuya moraleja final es no fiarse ni del padre de uno. La razón de esta particular pedagogía responde, creo yo, al miedo y rechazo que desde que el hombre es hombre nos produce todo lo que se aleja de nuestro contexto más cercano. Lo curioso es que este sentimiento se ha grabado a fuego en el inconsciente colectivo mediante infinidad de situaciones concretas que nos han demostrado que efectivamente, lo que no tiene que ver con nuestra familia directa, nuestra pareja y algún amigo muy próximo a nosotros merece que le demos la espalda e incluso que lleguemos a defendernos de ello.

En el caso que les planteo en este tostón de post, el hecho de que el color oscuro de las manos del disfrazado seguramente se deba a que pertenece a otra etnia hace que nuestro automático e implícito miedo se acentúe aún más; no se debe solamente a un problema de racismo, sino a saber que perteneciendo a otra cultura y región lejana a la nuestra, debemos poner más ojos aún en vigilar al portador de nuestros recelos.

Ya se lo dije: el ser humano es bueno por naturaleza es lo mismo que decir Nocilla de dos sabores: no ha calado apenas nada en nosotros. No sé si somos muy pesimistas o demasiado realistas, el caso es que sentimos aversión, queramos o no, a lo nuevo y desconocido. Además de la educación, todos esos momentos en que te han puteado la vida y en los que has pensado aquella famosa frase de amigos, tu padre y tu madre, han hecho más fuertes los cimientos de la desconfianza hacia los otros. Tampoco es que todos seamos unos hijos de la grandísima puta, pero precisamente la santidad y la beatitud no constituyen nuestro espíritu.

Ahora entiendo porque me suelen caer mal los perroflautas. Además de ser extraños, se fían de la gente. El día que se acuerden de que al final sólo quedarán las cucarachas, a tomar por culo la solidaridad.

2 comentarios

deikakushu -

Muy bueno, jeje, muy bueno. Yo también comparto ese "humor chafardero". Estoy de acuerdo en que nos educan en la falta de confianza, pero es algo histórico y bastante adaptativo. El problema es que sería mas fácil que cosas como el color de la piel o la procedencia fueran los indicadores de peligro. Por ejemplo, según los estudios realizados en EEUU, solo el 4% de los asesinos o violadores de niños corresponden a clases sociales muy bajas. Probablemente el miki ese, al margen del aspecto de engendro de serie b, esté mas preocupado en que comer (o meterse) que en abusar de un niño. Lo malo es que los que abusan suelen ir bien vestidos, tener gafitas y vivir con sus madres, y con esos no saltan las "alarmas". Un abrazo

Sappy -

Te sorprenderá que haya vuelto despues de tanto tiempo, pero cotilleando el blog de sanjuu, recordé tu blog, y ese spam tan sutil q me solias hacer, y me he decidido leerlo ^^ (me ha llevado un rato largo q llevaba mucho sin venir por estos lares xDD)

Buen post el de hoy, realmente, el ser humano es bastante hipocrita, esa tipica frase de "es que de puro bueno, gilipollas" como bien anotas por ahi arriba, no es que seamos unos hijos de puta (que los hay) pero no somos el bien personificado :)

un saludito :**